2011年3月26日土曜日

Tan decepcionante.

Mordí fuertemente la almohada,  cada vez iba apretando más hasta empezar a dolerme las mandíbulas, sentía rabia. Me arrepentía de muchas cosas que ya no podría hacer porque la cobardía pudo conmigo en aquel momento.
Aparté la almohada con tanto odio que rompí todo lo que se encontró en su trayecto hacia el suelo.
Me enfurecí conmigo misma y sin casi pensarlo le dí un puñetazo a la pared.
-¿Pero qué estoy haciendo?- Pensé mientras miraba mi mano casi sangrando, todo esto empezaba a ser más fuerte que yo.
Me quedé en blanco unos segundos y sin previo aviso empecé a llorar. Sentimientos, pensamientos, recuerdos... todo me vino a la mente como un flash. Tenía miedo de mi misma, ya no sabía de qué era capaz.
Había cambiado, me volví distante, poco habladora, impertinente... 
No soportaba estar con nadie y la gente no soportaba estar conmigo. Les odiaba a todos y se lo habían ganado a pulso.
Explícale a una inocente niña que se tiene que separar de sus amigos, de la gente que quiere, de la persona más importante de su vida y de todos los que le llegaron a importar para conocer gente mediocre, hipócrita y que no la comprenden. ¿Cómo se lo dirías? No es fácil, ¿verdad?
Pero con el tiempo fui madurando, crecí y me di cuenta de que todo el mundo es igual.
Nunca pude querer a nadie por miedo y sé que nunca lo haré por la misma razón.
Abrí la ventana y oí a los grillos, eso me tranquilizó un poco. Por un instante imaginé que vivía en un sitio mejor y me olvidé de todo esto.

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